ELLA SE CASO CON EL GRAN AMOR DE SU VIDA AUN SABIENDO QUE TENIA… SIDA

“Y si volviera a nacer, lo volvería a hacer”, declaró la bella Karen, quien se casó con un hombre carcomido por el SIDA y que sufrió una agonía lenta hasta que murió 18 meses después.

Karen, de 33 años de edad, instructora de educación física, conoció a Blair Donan en el 2002. Fue de esos casos cuya atracción fue tan grande, que la relación sentimental se inició de inmediato.

Durante dos años fueron el uno para el otro y llegaron a la conclusión de haber encontrado a la pareja de su vida. Fueron inmensamente dichosos y planeaban casarse… pero en octubre del 2004, se les vino el mundo encima.

Los Mejores Regalos

“Blair había estado teniendo accesos de enfermedad, así que lo acompañé con un doctor. Lo sometieron a exámenes en el hospital, y sentí que el estómago se me revolvía cuando escuché que el médico dijo: Blair, usted tiene SIDA y ya no hay mucho que hacer”, comentó la chica.

Los médicos no supieron cómo es que Blair se contagió de SIDA, tal vez fue con la aguja con la que le hicieron unos tatuajes. “Blair me miró con temor y dolor en los ojos –dijo Karen–. Lo abracé y lo conforté, sollozamos tanto que no podíamos dominarnos.

“Dios mío –pensé– éramos tan felices, teníamos tantos proyectos. Como no podía guardar compostura, me salí del cuarto del hospital un momento. Dos enfermeras que estaban afuera en ese momento y que sabían del caso, me dijeron: usted quiere dejarlo, nosotras se lo comunicaremos a él y nunca más volverá a verlo.

“La sola idea de abandonar a Blair en ese momento, me hizo sentir más enferma todavía. Pero cuando regresé al cuarto, Blair había tenido la misma idea y me dijo: «Karen, debes dejarme. Tienes toda una vida por delante». Me subí a la cama, donde estaba acostado, y a gatas le dije: «Blair, no me importa si tienes SIDA… ¡Me voy a casar contigo! Los dos nos pusimos a llorar hasta que ya no tuvimos lágrimas”.

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DESAFIANDO A LA MUERTE, ELLA LO AMÓ INTENSAMENTE

“El 13 de diciembre de 2004 nos casamos por el civil, en la casa de un amigo. Fue el día más mágico y maravilloso que he vivido.

“Blair estaba demasiado débil, así que después de la boda, la única fiesta que tuvimos fue en nuestro departamento cuando nos metimos a la cama a ver televisión.

“En cuanto a nuestra vida sexual, la disfrutamos al máximo a pesar del diagnóstico; es decir, utilizamos preservativos para protegernos. En las raras ocasiones en que fuimos a tratamiento al hospital, nos trataron como leprosos. Nos pasaban de un cuarto para el otro, no tenían cortinas y estaban repletos de pacientes. Cosas tan simples como administrarnos medicinas, de un piso a otro, podía tomar hasta ocho horas.

“En casa, yo era la enfermera de Blair. La temperatura, a veces, le llegaba hasta los 41 grados, y yo trataba de bajársela poniéndole trapos en la cara empapados en alcohol.

“Algunas veces le salían ampollas en todo el cuerpo, se despertaba llorando de dolor y yo sostenía su cabeza entre mis brazos.

“Cómo deseaba que todo lo que él sufría me pasara a mí y no a él. Así el pasado 4 de mayo, se despertó repentinamente después de dormir bajo el influjo de la morfina y dijo:

“«Nena, te quiero», y murió en mis brazos.

“Sufrí mucho su pérdida pero estaba feliz porque al fin había dejado de sufrir. Yo no sé si Blair me contagió el SIDA, y tengo miedo de averiguarlo. Pero por extraño que parezca, esos años que pasé con Blair, fueron los más felices de mi vida, los más hermosos días de amor y matrimonio que pudiera haber vivido cualquier mujer sobre la tierra”.

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